Jerarquías
En la jerarquía social, los druidas eran los sacerdotes de los celtas. No formaban una casta hereditaria, dado que cualquiera podía iniciarse como druida.
Aunque discutido, es un acuerdo común que los escalones que un Druida seguía eran tres:
El Bardo El
Bardo era aquel que estudiaba la tradición, historia y mitología Celta, también desarrollaba sus habilidades artísticas en poesía y música, y era el encargado de transmitir de generación en generación la sabiduría de los Celtas.
El Ovate El
Ovate, palabra derivada de vate, vocablo acuñado por Iulius Caesar para referirse a los Druidas que se encargaban de la herbolaria y la adivinación, era un profeta, era aquel que se encargaba del conocimiento mágico de las plantas, animales y rocas, así como las estrellas y el universo.
El Druida El
Druida, propiamente dicho, era el maestro que conocía y dominaba las dos ramas anteriores, era también el hombre sabio que dominaba alguna especialidad y que enseñaba a los demás. Eran los encargados de resolver disputas, como jueces, de estudiar la filosofía natural y moral, de discutir la teología. El Druida era aquel que podía recolectar las plantas necesarias para una medicina, conocía las voces de los animales para saber solo con escucharlas que predador estaba cerca y hacia donde se dirigían, era aquel que podía, a través de la meditación acceder al otro mundo en busca de inspiración e iluminación. Conocía el patrón de las estrellas; podía recitar los poemas que contenían la sabiduría antigua. Trabajaba con el alfabeto sagrado Ogham para magia y adivinación, podía distinguir el bien y el mal y dar una forma acertada de veredicto; conocía la voz de los dioses y su saber. Dominaba las enseñanzas del cielo, la tierra y el mar.
Aquel que se asume Druida, Vate o Bardo es quien comprende que estos cargos significan
Ser y
Estar en una energía peculiar, dentro de una comunidad y que significa ir más allá de los roles tradicionales de mago o consejero, poeta o narrador, etc., los cuales pueden ser compartidos a lo largo de la formación. Ser
Bardo, por ejemplo, depende más de una vocación que de un nombramiento. Un destino para Ser y Estar en el lugar y en el tiempo adecuados para atestiguar, ver, saber e interactuar, tanto en hechos como en circunstancias extraordinarios, acerca de la experiencia del druidismo. De esta forma, en el
Awen íntimo del Bardo, el Ser y Estar adquirirán la materialidad de mundos mágicos en resonancia con el Druidismo mismo. Se convertirán en cientos de obras poéticas, en narraciones, en inspiraciones, enseñanzas o en lo que sea que tenga que ser para dar sentido sagrado y humanista a la comunidad.
Al estudiar sobre sus antepasados y los de su gente, y los paisajes de su gente y sus ancestros, aprendían sobre su legado, historia y prehistoria, explorando las leyendas y legados de sus ancestros, mitologías y folclore. Muchos aprenderán idiomas celtas o ancestrales, música, narración de cuentos u oratoria. En todo esto, el druida encontrará a sus dioses, mostrando su devoción hacia ellos con ofrendas, oraciones, creatividad y compromiso para vivir honorablemente.